Lecce, situada en el corazón del Salento, tiene una historia que se remonta a tiempos muy antiguos. Sus orígenes se remontan a la época mesápica, una civilización prerromana, y más tarde se convirtió en una colonia romana conocida como Lupiae. Durante el período romano, Lecce se desarrolló gracias a su posición estratégica a lo largo de la Vía Trajana.
En la Edad Media, la ciudad experimentó varias dominaciones, incluidas las bizantinas y normandas. Bajo los normandos, Lecce se convirtió en un importante centro político y militar. Posteriormente, la ciudad pasó a estar bajo el control de los Suabos, Angevinos y Aragoneses. Durante el período aragonés, Lecce floreció notablemente desde el punto de vista económico y cultural, convirtiéndose en uno de los centros más prósperos del Reino de Nápoles.
Sin embargo, fue en el siglo XVII cuando Lecce alcanzó su máximo esplendor artístico y arquitectónico. Bajo el dominio español, la ciudad se convirtió en un importante centro del arte barroco. Los edificios e iglesias construidos durante este período, como la Basílica de Santa Croce y el Duomo, se caracterizan por el uso de la piedra leccese, un material local que permite decoraciones escultóricas detalladas. Este estilo barroco único ha hecho que Lecce sea famosa como la "Florencia del Sur."
En el siglo XIX, Lecce participó en los movimientos del Risorgimento que llevaron a la unificación de Italia. La ciudad mantuvo su importancia como centro cultural y administrativo, convirtiéndose en la capital de la provincia homónima.
A lo largo del siglo XX, Lecce continuó creciendo, preservando su patrimonio histórico y artístico, convirtiéndose en un destacado destino turístico gracias a su belleza arquitectónica y su vibrante vida cultural. Hoy en día, Lecce es conocida en todo el mundo por su estilo barroco único y su historia milenaria que se refleja en cada rincón de la ciudad.